viernes, 10 de junio de 2016

Diez años


Yo tendría unos 12 años y un día, cuando llegué de gimnasia con unas compañeras, mi abuela, luego de que las chicas se hayan ido, me preguntó si mis compañeritas eran repetidoras "porque son muy grandotas". Yo siempre medí 10 cm menos que el mundo (por lo menos), pero mi abuela creía que la media de la estatura de una nena de 12 años era la mía, ella no me veía petiza, yo era perfecta y esas nenas no. 
Este recuerdo me hizo llorar anoche porque me di cuenta el tiempo que pasó. Lo chiquita que era yo cuando se fue, la poca y mucha dimensión que pude darle a su enfermedad y al después. No se si llegué a llorarla lo suficiente. Tal vez por eso la lloro ahora.
Pasaron diez años, su hija más chica, mi tía, está cumpliendo años y este detalle fue el que me trajo todo a la mente. Mi tía tenía 30 años, está cumpliendo 40. 40 años. Nos llevamos 17, pero siempre la vi chica, calculo que porque mi padre la veía chica. 40 años me parece tan lejano que mi tía no puede tenerlos. Pero si, los tiene. Y si, pasaron diez años desde que la abuela murió.  
Y yo ya soy adulta. Y la sigo buscando en cada señora que me hable de como funciona mi cuerpo y mi mente en equilibrio, que me cante un tango con cada frase que yo diga y me cocine batatas y sanguchitos de tomate, que sea vegetariana, que crea que yo soy una niña índigo, que me vea perfecta.
Pasaron diez años y ya no frecuento su casa, la familia ya no es la misma, somos más y estamos más lejos. Y no está mal, crecemos, cambiamos, no somos los mismos. Pero las ganas de quedarme a dormir una vez más en lo de la abuela no me las saca nadie.