domingo, 16 de febrero de 2014

Casi siempre todo bien

Luchaste tanto por revertir la situación, no querías que nada cambie, lo deseaste desde lo más profundo de tu ser (porque un día te dijeron que si realmente lo deseas con fuerza, sucede) y te encontrás con que no pudiste. 
Tu miedo más grande, ese que viene a atemorizarte en sueños, está acá, vivo, frente a vos. Y vos te hiciste la dura, seguiste como si nada, rechazando lo que estaba pasando. Llorabas y mirabas al monstruo de costado, pero demostrando fortaleza, convenciéndote de que ese bicho no está, no existe.
Pero no, un día te das cuenta que por más que lo niegues, él está ahí, esperando que lo enfrentes. Vos ya no tenes fuerzas ni ganas de luchar contra él. Así que simplemente te entregás. A él, a sufrir, a pasar por eso que tanto te asusta, cerrás los ojos, tranquila, resignada, sin más nada que perder. En el fondo sabés que entregándote así es la forma en que más sana salís. Así que simplemente lo haces, bajas la guardia, dejas al monstruo entrar y dejas que el proceso suceda.

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